Contra lo que muchos suponen, los trastornos alimentarios no están asociados únicamente a las chicas de clase media o alta. En los últimos 10 años se extendió de manera progresiva a las clases más bajas, donde las posibilidades de tratamiento y diagnóstico son escasas.
La Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA) realizó en 2008, junto a los vecinos de la Villa La Cava, en San Isidro, una campaña donde se advirtió que, en contra de lo que el imaginario colectivo podría pensar, una gran cantidad de niños y adolescentes pobres padecían bulimia y anorexia, pero no estaban ni diagnosticados ni en tratamiento. También se destacó el alto grado de desinformación por parte del entorno familiar de los chicos respecto de estos trastornos.
Las observaciones de la Asociación Argentina para la Prevención de Trastornos Alimentarios (APTA) coinciden: "Cada vez más mujeres de clases económicas más bajas, con necesidades básicas insatisfechas y tanto de mayor como de menor edad padecen trastornos de alimentación", señalan. Desde esta entidad consideran que el paciente necesita y debe ser obligado por los padres, amigos u otras personas a asistir a la consulta, pero que el entorno suele negar la existencia de la enfermedad.
La doctora Mónica Bello, una de las fundadoras y actual presidenta de ALUBA, aporta un dato que va contra cierto sentido común: "Cuando trabajábamos en La Cava, fue sorprendente la cantidad de adolescentes con anorexia que encontramos. Y ¿sabés qué? Las llaman 'rebelde way', porque en esa novela había una chica que vomitaba". Y agregó: "Las jóvenes lo contaban con una especie de orgullo, como diciendo: ¡nos parecemos a las que están en la tele!"
Marcelo Bregua, coordinador general de ALUBA, apunta que la anorexia más común en los estratos más bajos se da por causas nerviosas. Además, diferencia la enfermedad en dos tipos: restrictiva o nerviosa, aunque ambas forman parte del mismo trastorno.
"La incidencia de la crisis económica de 2001 hizo que en la Argentina aumentaran los casos de depresión, suicidios y trastornos de alimentación. Los jóvenes absorbieron las presiones en sus casas y comenzaron a somatizar o sintomatizar patologías", indica Bello. Este fenómeno -que carece de cifras oficiales-, está acompañado de un notable aumento de consultas en entidades que atienden estos trastornos, como ALUBA o las redes interhospitalarias de la Ciudad de Buenos Aires.
En el caso de ALUBA, las consultas aumentaron hasta un 20 por ciento anual durante la última década. En 2009 sólo la sede de la Ciudad de Buenos Aires recibió alrededor de 800 pacientes, mientras que cerca de 300 se atendieron en el resto de las delegaciones. La ONG advirtió que las personas de menores recursos tardan más tiempo en acercarse a consultar y que esto se debe no sólo al desconocimiento total de la enfermedad y de los síntomas, sino que en algunos casos hasta ignoran cómo se llama.
"Muchas veces son las mismas madres quienes les prohíben los caramelos o el postrecito entero a sus nenes para que mantengan la línea", destaca Bello. Esta actitud comienza a generarles presiones. La especialista remarca que algunos padres piden en el colegio o en el jardín de infantes que les den a sus hijos gaseosas light o que no les permitan comer alimentos que no sean "saludables" o "bajos en calorías". De hecho, a partir de los tres años se están dando casos de discriminación entre "gordos" y "flacos".
Respecto a los motivos por los que una persona termina padeciendo anorexia y bulimia, Bello cita en primer lugar al individuo genéticamente condicionado a huir de la realidad, no afrontarla y con tendencia a caer en actitudes depresivas por miedo a no ser aceptado. Por otro lado, apunta a la sociedad en sí, que expone de manera constante la "campaña del cuerpo flaco y perfecto" a través de los medios de comunicación. También suma a estas dos cuestiones la ausencia de proyectos que se percibe en otros aspectos de la sociedad y se traslada al cuerpo.
Es cierto, los estudios internacionales sobre trastornos de alimentación describen a mujeres caucásicas, de clase media a alta como las que muestran mayor tendencia a desarrollar cuadros de bulimia y anorexia. "Sin embargo, tenemos muchos pacientes que se vienen hasta Parque Patricios desde la Villa 31", observa Bregua. Esto deja en evidencia que hay pacientes que deben atravesar media ciudad para atenderse.
Carolina Basini es pediatra y trabaja desde hace dos años en una salita de William Morris, una zona muy carenciada del partido de Hurlingham, en el Gran Buenos Aires. Si bien la mayoría de los casos que atiende son de obesidad infantil, ahora se sumaron algunas niñas "notablemente anoréxicas o bulímicas". Sobre los datos oficiales que puedan revelar esta realidad, es contundente: "Si te vas a guiar por las estadísticas, vas muerta. Se dibujan, a menos que sean las que generan algunos institutos no estatales que hacen sus propios relevamientos".
En un comunicado publicado en su página web, APTA asegura que "en nuestro país casi no existen estadísticas sobre la cuestión". A su vez, destaca que esta falencia impide hablar de manera precisa sobre la incidencia de la bulimia y la anorexia en la salud pública. Tampoco permite conocer si es correcto o no el abordaje que las redes interhospitalarias de trastornos de alimentación (RIHTA) realizan para cubrir el gran contingente de pacientes que acude para los tratamientos, y que no puede atenderse en costosos centros de salud privados.
Gabriela Rodríguez Rey, psicóloga del Hospital Pirovano, insiste en que más allá del tipo de terapia o corriente psicoanalítica con la que se trate al paciente, los niños y adolescentes necesitan afrontar un tratamiento adecuado. La terapeuta destaca la necesidad de sumar "altas dosis de cariño" para no caer en prácticas represivas que generen un "efecto de venganza".
Como complemento de los tratamientos psicológicos, la especialista marca la importancia que tienen los sitios de información útil que combaten la bulimia y la anorexia para aquellos padres que se encuentran desesperados o perdidos ante estas patologías y no saben bien cómo actuar. Algunos de los foros que ayudan son Foroanaymia (www.foroanaymia.com) y Foroanexia (www.foroanorexia.com).
Rodríguez Rey manifiesta la importancia de acompañar estas iniciativas con políticas educacionales que se brinden desde los colegios y no cuando estos trastornos ya están instalados.
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